El Banco Central Europeo (BCE) se encuentra en un punto crítico que podría definir el futuro de la economía europea. Desde la crisis financiera global hasta los efectos de la pandemia de COVID-19, la política monetaria ha evolucionado de manera inesperada.
Esta situación ha llevado a los economistas a cuestionar la estabilidad de la inflación. El BCE enfrenta un dilema: ¿debería reducir los tipos de interés para impulsar el crecimiento económico o priorizar el control de la inflación, que ha comenzado a reactivarse en los últimos meses?
Durante muchos años, la inflación se consideró un fenómeno casi controlado en el mundo occidental.
Un aumento de precios cercano al 2% era visto como saludable y estable. Sin embargo, la crisis financiera de 2008 y las medidas de liquidez tomadas durante la pandemia cambiaron esta percepción. En marzo de 2025, el balance del BCE alcanzó 8,8 billones de euros, un aumento notable respecto a los 4,7 billones de euros previos a la pandemia.
Esta expansión de liquidez, junto con condiciones económicas adversas, llevó a un incumplimiento sistemático del objetivo de inflación, que alcanzó picos del 10,6% en octubre de 2025.
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La reducción del balance y sus implicaciones
En respuesta, el BCE inició un proceso de ajuste, logrando reducir su balance en 2,6 billones de euros, hasta situarse en 6,2 billones de euros.
A pesar de esta disminución, la dependencia de las economías europeas respecto a la intervención del BCE es notable, ya que este mantiene un 65% del PIB europeo en su balance. Esto plantea interrogantes sobre la efectividad de una retirada total de liquidez y su impacto en una zona euro que enfrenta estanflación.
Perspectivas de crecimiento económico
Según el Fondo Monetario Internacional, países como Alemania, Francia e Italia prevén un crecimiento inferior al 1% para 2025. Por su parte, la inflación reportada por Eurostat se situó en 2,2% en septiembre, con un ligero incremento respecto a agosto.
A pesar de ciertos signos de estabilidad, la incertidumbre persiste, lo que obliga al BCE a tomar decisiones con cautela.
Una buena noticia es que el BCE ha logrado implementar un proceso de tightening cuantitativo sin desencadenar un choque financiero significativo. Aunque la reducción de su balance ha ido acompañada de recortes en los tipos de interés, la situación en Europa se ha manejado con relativa estabilidad, a diferencia de Estados Unidos, donde varios bancos han enfrentado quiebras.
Desafíos frente a la incertidumbre global
El BCE se enfrenta a un dilema considerable: podría optar por reducir los tipos de interés para estimular la economía, lo que implicaría asumir un mayor riesgo financiero. Alternativamente, podría mantener su política actual, centrándose en controlar la inflación. Esta decisión es compleja, especialmente en un entorno de incertidumbre económica constante.
La estabilidad de la inflación y los indicadores económicos
Desde mediados del año pasado, la inflación ha mostrado signos de estabilidad en Europa. El pico se registró en enero, con un 2,5%, y el mínimo en mayo, con 1,9%. Esta estabilidad se traduce en una demanda interna débil, con indicadores de actividad en el sector industrial y de servicios que apuntan a un crecimiento moderado. De hecho, el indicador PMI compuesto subió a 51,3 en septiembre, lo que sugiere perspectivas ligeramente positivas.
Sin embargo, los precios en el sector industrial han registrado una caída interanual del 0,6% en septiembre, y una disminución del 2,3% en los precios de importación, lo que indica que las presiones inflacionistas están cediendo. Solo el sector servicios muestra un crecimiento del 3,2%, pero esto es manejable y su impacto en la inflación es más a largo plazo.
Parece improbable que se produzca un aumento inflacionario significativo en el horizonte inmediato. Las políticas del BCE, que han promovido un ligero aumento en la concesión de créditos, benefician especialmente a los agentes más endeudados, aliviando la carga en un contexto de altos niveles de deuda pública. Con un 23% de la capacidad productiva europea aún ociosa, es probable que el BCE mantenga una política monetaria conservadora, priorizando la estabilidad y una posible tendencia a la baja en los tipos de interés.
