Diciamoslo claro: la sostenibilidad, tal como la entendemos hoy, es un mito. No estoy diciendo que debamos dejar de cuidar nuestro planeta, pero la narrativa que nos presentan está repleta de contradicciones e hipocresías.
Según un informe de la Agencia de Protección Ambiental, más del 70% de las emisiones de carbono provienen de apenas 100 empresas.
Sí, lo han leído bien: 100 empresas. Mientras nosotros, ciudadanos de a pie, nos esforzamos por separar la basura, las grandes industrias continúan contaminando sin preocupaciones. La realidad es menos politically correct: hemos entregado nuestro futuro a aquellos cuya única meta es el beneficio económico.
Analicemos los datos. Un sorprendente 90% de las energías renovables se utiliza en países desarrollados, y muchas veces lo hace sin mejorar la vida diaria de las personas. Diciéndolo sin rodeos, la mayoría de los gobiernos se dedica al greenwashing, es decir, presentan como ecológicas realidades que distan mucho de serlo.
En lugar de abordar la situación con sinceridad, se nos ofrecen proyectos faraónicos que parecen más estrategias de marketing que soluciones reales a los problemas ambientales. Cuando se menciona el cambio climático, las alternativas propuestas son cada vez más costosas y complejas, mientras que las verdaderas soluciones suelen ser ignoradas.
¿Es este el camino que debemos seguir?
Diciéndonos la verdad: la sostenibilidad se ha convertido en un término de moda. Muchos buscan parecer virtuosos, mientras ignoran la necesidad de un cambio real. Es momento de dejar de lado esta narrativa y comenzar a exigir responsabilidades a quienes realmente contaminan, en lugar de a quienes hacen un esfuerzo por reciclar.
La realidad es menos politically correct: ¿qué podemos hacer nosotros como individuos en un sistema que premia el daño ambiental? La verdadera dificultad radica en tomar conciencia y no dejarnos engañar por palabras que suenan bien.
