Los ecos de la crisis de la deuda, que afectó a países como Grecia, Irlanda, Portugal y España, vuelven a resonar en el panorama económico global. Un nuevo cóctel de factores ha reavivado la preocupación sobre la sostenibilidad del elevado endeudamiento público en diversas naciones desarrolladas.
Esta vez, la atención se centra en el corazón de la economía mundial: Estados Unidos, Francia y Reino Unido, donde la inquietud sobre la gestión fiscal se ha intensificado en las últimas semanas.
El auge del temor a la deuda pública
La evolución reciente de los bonos a largo plazo, como el estadounidense a 30 años, que se sitúa cerca del 5% de rentabilidad, o el británico, que alcanza niveles máximos desde 1998, pone de manifiesto el creciente desasosiego entre los inversores.
La deuda pública a largo plazo de naciones como Francia y Australia también ha sido blanco de fuertes ventas, reflejando así la creciente exigencia de los mercados para compensar el riesgo fiscal.
Alicia Coronil, economista jefe de Singular Bank, subraya que “no son miedos infundados.
Hay razones. La crisis de 2008 fue impulsada por el endeudamiento privado y ahora enfrentamos un riesgo respaldado por el endeudamiento público, que afecta no solo a las economías avanzadas, sino también a China”.
Las preocupaciones han aumentado debido a la aparente falta de determinación de los gobiernos para controlar la deuda en un entorno lleno de dudas sobre el crecimiento global.
La desglobalización, resultado de la guerra comercial, se presenta como una amenaza adicional. Según Coronil, “este proceso de desglobalización rompe el libre comercio y supone un riesgo para el crecimiento global. Las economías avanzadas ya mostraban tasas de crecimiento poco dinámicas tras la pandemia”.
Inestabilidad política en economías clave
Un caso emblemático es la crisis política en Francia, donde el primer ministro François Bayrou ha convocado una moción de confianza que parece destinada a fracasar. Esto podría complicar aún más la gobernabilidad en un país con una economía tambaleante. Guilhem Savry, experto de Edmond de Rothschild, afirma que “es muy probable que Bayrou deba dimitir, lo que limitaría la capacidad del nuevo primer ministro para implementar programas de reducción del déficit”.
En el Reino Unido, la situación no es diferente. La baja popularidad del gobierno de Keir Starmer dificulta la aprobación de presupuestos que son cruciales para la economía. La carga del servicio de la deuda ha aumentado considerablemente, pasando del 1.8% del PIB antes de la pandemia al 4% actual, lo que significa que el Reino Unido gasta más en intereses que en defensa.
Estados Unidos se presenta como el foco de atención mayor. Las políticas erráticas de Donald Trump y sus intentos por socavar la independencia de la Reserva Federal (Fed) generan inquietud. Coronil advierte: “Me preocupa más lo que ocurre con Estados Unidos. Si la Fed pierde su independencia, no solo se pondrían en riesgo los fundamentos de esta nación, sino del sistema monetario global”.
Factores adicionales que complican la situación
El aumento del gasto público, impulsado por el envejecimiento de la población y mayores necesidades de defensa debido a la inestabilidad geopolítica, añade una capa más de dificultad a la situación presupuestaria de muchos países desarrollados. Aunque España parece estar al margen de estas tensiones gracias a la fortaleza de su economía, no se puede ser complaciente. Coronil señala que “España no está señalada por las perspectivas macro positivas, pero si la economía se desvía hacia un menor crecimiento y el gobierno no logra ajustar los presupuestos, podríamos ver un aumento en las tasas”.
La situación es preocupante, pero Coronil considera que es poco probable que este riesgo desencadene una crisis inmediata. Más bien, se trata de un problema a largo plazo que dependerá de las decisiones de la Fed y la gestión política en Estados Unidos. Si la Fed se convierte en un instrumento de los intereses de Trump, “podría cuestionarse la estabilidad del sistema en su totalidad”.
La crisis de deuda, aunque no inminente, es un recordatorio de que los fantasmas del pasado pueden volver a acechar a las economías desarrolladas si no se gestionan adecuadamente las políticas fiscales y monetarias.